Existe un amplio acuerdo respecto a que una de las primeras responsabilidades de una escuela es enseñar a leer con comprensión a sus estudiantes, e incluso ofrecer las condiciones necesarias para que surja el hábito de la lectura voluntaria o por placer.
Dicho consenso surge de la evidente importancia que tiene para un niño o niña aprender a leer y a escribir. Señalamos sólo algunas razones que avalan lo importante que es aprender a leer con comprensión:
Primero, la lectura es una destreza que determina cuánto aprenderá y progresará un niño en la escuela.
Un reciente estudio que reúne seis series de datos longitudinales de niños canadienses, estadounidenses e ingleses, encuentra que las destrezas matemáticas y lectoras con las que un niño inicia la escolarización, evaluadas en preescolar o en primero de primaria, predicen mejor el futuro rendimiento en matemáticas, en lectura y la repetición de curso, que variables como la atención, las habilidades sociales y los problemas socioemocionales (Duncan et al., 2007).
Segundo, la relación entre la lectura y el rendimiento académico explica que la lectura sea un predictor del nivel de ingresos, del desarrollo profesional y de otros parámetros de logro en nuestras sociedades según informes de la educación y el progreso en el mundo (UNESCO, 2013).
Por último, el aprendizaje de la lectura nos abre al enorme potencial de la literatura para evocar reflexión, sentimientos de empatía y para servir de catalizador del crecimiento personal, quizá el mayor de los beneficios de esta destreza, además del mero disfrute que produce la lectura de un buen libro.
La investigación (y la experiencia) han demostrado cuánto puede hacer un buen maestro por la enseñanza de la lectoescritura: mucho más que cualquier material, enfoque metodológico, o programa con evidencia.
Y por ello, su formación continua es crucial.
Edurne Goikoetxea Iraola, Universidad de Deusto.