11 junio, 2021

Blog KE Innova

Creencias y utopía, claves en la educación del futuro

Algunos discursos sobre la calidad y los resultados de la educación, la desproporcionada primacía de los medios y de la innovación, una economicista orientación hacia la empleabilidad, entre otros factores, han acabado por debilitar los fines humanistas de la educación. No se trata tanto de un debate pedagógico, más bien es una crisis antropológica. Como señala Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil y de Clásicos para la vida, sugerentes manifiestos a favor de la cultura y enseñanza clásicas, en nuestra cultura neoliberal se ha descuidado el derecho al conocimiento y, como consecuencia, se han descuidado los pilares de la dignidad humana.

En este contexto que no siempre tenemos suficientemente presente, emergen con fuerza iniciativas locales y globales en las que se percibe un fortalecimiento de los fines humanistas de la educación y que tratan de compensar esa fragilidad antropológica que afecta a nuestros proyectos escolares tratando de reconducir la educación hacia el aprender a ser y hacia la preparación para la vida y no solo para el empleo. Citemos solo algunos indicadores de esta creciente responsabilidad social: la Agenda 2030 de Naciones Unidas con sus ODS y su estrategia de Incheon; la brújula 2030 de la OCDE con su competencia global y preocupación ética; el horizonte 2050 de la educación de UNESCO, cuyo nuevo informe de referencia se publicará en febrero de 2022; el Pacto Global por la Educación promovido por el papa Francisco y que propone la centralidad de la dignidad humana en la educación como el camino para la construcción de sociedades inclusivas y sostenibles que denomina casa común.

Nuestra responsabilidad es preguntarnos cómo fortalecer los fines humanizadores en nuestros proyectos educativos y discernir con audacia y creatividad una más óptima armonía entre los fines y los medios. Aunque sería necesario un diagnóstico más completo con sus áreas de mejora, atrevámonos a proponer dos referencias que pueden nutrir de humanización e inspirar una mejora de nuestros proyectos educativos desde la antropología cristiana:

  • Por una parte, necesitamos recuperar y cultivar la utopía. Sin ello acabaremos por desconocer los grandes valores de la humanidad y, lo más grave, sin ese líquido amniótico de la democracia y la ciudadanía seríamos bárbaros, esclavos o autónomas del sistema.
  • Por otra parte, necesitamos recordar que, en el edificio de lo humano, los cimientos, el estrato más profundo de la personalidad humana, está formada por creencias y valores, por convicciones e ideales. Por ello, su presencia en los procesos educativos y culturales es completamente necesaria para construir la dignidad personal de todos y todas.

Como consecuencia, nos sentimos llamados a innovar con sentido; es decir, a superar iniciativas individuales y aisladas que saturan un sistema de primicias parciales. Una transformación significativa y sostenible de nuestros proyectos educativos solo puede partir de un gran relato, de una utopía. Tener una alta finalidad ética proporciona sentido y fuerza para el cambio. Solo una utopía puede hacer avanzar al mundo y la educación hacia una buena vida para todos y todas. Solo la utopía puede compensar el vacío que la modernidad líquida ha generado también en la educación. Nosotros tenemos ese gran relato, tenemos esa utopía; la antropología cristiana nos la proporciona: es la fraternidad universal, la cultura del encuentro, la construcción de la casa común, el cuidado de las personas, de los pueblos y de la naturaleza, el reconocimiento de la dignidad humana de todos y todas.

En esta alta aspiración educativa de despertar la dignidad humana de todos y todas, de empoderar a cada persona de todas sus potencialidades, de innovar con sentido, nuestros proyectos educativos disponen de un espacio privilegiado que puede contribuir decisivamente a cultivar la utopía y a proponer creencias y valores, se llama asignatura de Religión. Sinceramente, ¿la pensamos para estos fines tan necesarios en nuestros centros? Hay que pensar…

Autor: Carlos Esteban, Director del Área de Ciencias de Religión de La Salle Campus Madrid.

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