Innovación y Educativa son dos palabras que no siempre han maridado bien pero que en estos momentos viven una floreciente primavera abonada tanto por la llegada al mundo educativo de nuevos y potentes conocimientos especialmente liderados por la neuro-didáctica como por la necesidad de alinear el día a día de los centros y las aulas con la realidad social y las necesidades y expectativas de familias y alumnado.
Pero impulsar innovación y transformación pasa por dos claves y una máxima que deben tenerse siempre presentes y que deben regir cualquier proyecto, siga la dirección que siga y se oriente hacia dónde se oriente.
La primera clave es la estrategia y la gestión. Un buen proyecto de Innovación requiere de una Misión y un Proyecto Educativo claro (con un modelo de persona y un perfil docente claro) y debe ser coherente, realista, con visión sistémica, disruptiva, útil, compartida y viable. Debe además plantearse como un viaje que arranca con la necesidad de entender el centro y recorre estaciones necesarias como imaginar el futuro, planificar, implementar, evaluar y dar seguimiento.
La segunda clave es el liderazgo y los equipos. Necesitamos un liderazgo claro y decidido y contar con las personas y los equipos adecuados, que dispongan de los tiempos y los recursos necesarios que les permitan parar y pesar primero e implementar y dar seguimiento después.
Pero después de tener todo esto claro, a menudo los equipos directivos y de innovación se preguntan por dónde se debe empezar. Dónde se debe poner el foco para tener el mayor impacto posible… y a menudo se busca en el cambio metodológico o se mira hacia la implantación de modelos basados en tecnología y vaya por delante que ambas soluciones y sobre todo una que aúne estas dos opciones suelen tener, si se hace con rigor y respondiendo al Proyecto Educativo del centro, muy buenos resultados.
Pero la respuesta no está ahí, y pasa por una transformación distinta, la del docente, que se conoce, se mira a sí mismo y se entiende como persona y como profesional. Por un docente capaz de cambiar (se) para poder mirar de otra manera.
Y llegamos así a la máxima que debe alumbrar cualquier proceso de innovación en nuestros centros educativos y que pasa nada más y nada menos por cambiar la mirada al niño, a la niña, al joven. Entender esa relación desde el respeto y la confianza y plantear poner al alumno realmente en el centro de nuestra toma de decisiones.
Todo proceso de transformación educativa empieza y acaba en un cambio profundo de nuestra forma de entender y mirar al niño, a nuestro alumnado, a nuestros hijos e hijas. Ahí está la clave del cambio educativo y quizá del cambio social y de la posibilidad de promover un modelo de sociedad más justo y equitativo.
Autor: Juan Nuñez, docente y pedagogo con experiencia en la gestión de equipos y proyectos de innovación educativa. Socio Director de OTBInnova.